Chile es un país sin memoria; una nación que olvida con rapidez su pasado. De no ser por los libros o las huellas imborrables que llevan a cuestas sus protagonistas, algunos hasta se atreverían a negar los episodios más tristes y vergonzosos de nuestra historia.
Bien lo sabe Wolfgang Kneese, el primer ciudadano alemán que escapó de Colonia Dignidad y entregó antecedentes de los diversos delitos que cometía Paul Schäfer al interior del enclave germano.
Al momento de fugarse –en el año 1966- Wolfgang era uno de los centenares de adolescentes que habían sido vejados constantemente por el jerarca nazi. Contrario de lo que pueda usted pensar, quien entonces era el Juez de Parral, Hernán Melo Otero, no sólo desestimó las denuncias del joven alemán, sino que lo condenó a 5 años y 1 día de presidio efectivo por el delito de injurias.
Wolfgang nunca cumplió la pena, pues consiguió escapar a Argentina y desde allí retornar a Alemania donde prosiguió denunciando internacionalmente a Schäfer por abusar sexualmente contra los niños y jóvenes del enclave.
A comienzos de la década de los 70’, el jerarca alemán –quien había huido a Chile por formar parte de las fuerzas hitlerianas en la Segunda Guerra Mundial y por haber sido acusado de pederastia en su nación- lejos de ser investigado por los vejámenes en Villa Baviera, comenzó a recibir protección política de varias autoridades de la época (Especialmente, las que se autodefinían como “anticomunistas).
Por ello no fue raro que, durante la Dictadura, Colonia Dignidad se transformara en un aliado estratégico de los órganos de inteligencia militar, colaborando con la detención y tortura de los detractores de la Junta de Gobierno. Tampoco asombró que el enclave se convirtiera en centro de esparcimiento y adoctrinamiento para varias autoridades y adherentes de la Dictadura, muchas de las cuales hoy ocupan importantes cargos públicos.
Algunos de ellos son los actuales senadores maulinos Juan Antonio Coloma y Hernán Larraín, quienes en 1994 crearon un “Grupo de Amigos” de Colonia Dignidad. Ambos llegaron a criticar duramente al Poder Judicial por haber decretado en 1996 una serie de allanamientos para dar con el paradero de Paul Schäfer, quien finalmente comenzaba a ser investigado por diversas denuncias de abusos sexuales contra menores.
Otro asiduo visitante a la Colonia y autodeclarado amigo del llamado“Tío Permanente”, fue el diputado UDI Ignacio Urrutia Bonilla, quien en 1991 incluso levantó una Organización Comunitaria de Desarrollo Social para darle refugio jurídico a los jerarcas, luego que la Justicia cancelara la Personalidad Jurídica de Villa Baviera.
A la lista de amigos de Schäfer se sumaron los ex Ministros Andrés Chadwick y Evelyn Matthei, además de una veintena de parlamentarios de derecha, militares en retiro y ministros de la Corte Suprema. Todos ellos levantaron una potente red de protección en favor de Schäfer, negando que fuera autor de violación contra menores, torturas y desapariciones políticas al interior del enclave.
Cuando en 2006 la justicia chilena sentenció al jerarca germano a 20 años de cárcel por más de una veintena de casos de abusos sexuales contra menores, ninguno de los parlamentarios y autoridades aludidas quiso referirse al tema. Tampoco se explayaron cuando decenas de colonos (que al igual que Wolfgang escaparon de Villa Baviera) entregaron pruebas irrefutables de las torturas cometidas por militares chilenos al interior de Dignidad durante la Dictadura. Menos quisieron referirse al lucrativo negocio de armas que involucraba a efectivos del Ejército y algunos jerarcas de la estancia.
Como señalábamos al comienzo, de no ser por los libros o los testigos de la historia, seguramente ya nos hubiésemos olvidado de este cercano y vergonzoso episodio. Tan vergonzoso como el actuar y la amnesia autoprogramada de aquellas autoridades vigentes que negaron la existencia de niños abusados, así como de hombres y mujeres torturadas y desaparecidas en la villa germana.
A 50 años de su escape, Wolfgang Kneese ha retornado a Chile. Lo hace para pedirle a los Tribunales que se anule la condena por injurias y calumnias que en 1966 el Juzgado del Crimen de Parral le impuso al denunciar los vejámenes… Los vejámenes que Coloma, Larraín, Chadwick, Matthei y tantos otros siguen desconociendo u olvidando.
Gracias a la vida tenemos libros… Gracias a la vida tenemos testigos… Gracias a la vida tenemos a Wolfgang. Porque «Un país sin memoria, está condenado a repetir su historia».
Cronica: Sociedad de la Información de Linares