A sus 52 años, Verónica Ramírez Zambrano vive atrapada en una rutina de miedo, agotamiento y frustración. Desde hace meses, su hogar en el sector Nuevo Amanecer en Linares, se ha convertido en escenario de crisis y episodios violentos provocados por su hija de 20 años, quien padece retraso mental grave, deterioro significativo del comportamiento y bipolaridad.
“Ella siempre está en crisis. Un día me tira el sillón, al otro rompe las paredes o me amenaza. Yo trato de calmarla, pero no puedo más”, relata con la voz quebrada Verónica, mientras muestra los daños que los ataques de su hija han dejado en su vivienda.
Un camino lleno de puertas cerradas
El calvario de esta madre no es solo emocional, sino también institucional. Según cuenta, ha golpeado todas las puertas posibles, el municipio de Linares, el CESFAM, el juzgado de familia y hasta carabineros. Pero hasta ahora, asegura, no ha recibido una respuesta concreta.
“He mandado cartas, pedí una audiencia con el alcalde, pero la carta se perdió en el camino. En el consultorio me dijeron que iban a hablar con el CAM, y de ahí nada. No me llaman, no me dicen nada”, lamenta.
Su hija, diagnosticada desde niña con trastornos psiquiátricos severos, necesita medicación constante y supervisión profesional, pero Verónica asegura que el sistema no le entrega ni el seguimiento ni los informes médicos que ha solicitado reiteradamente.
“Fui al psiquiatra y todavía estoy esperando el informe. Lo necesito para pedir ayuda, pero no me lo dan. Por eso me rechazaron incluso una medida de alejamiento. Sin papeles, no puedo hacer nada”, explica.
Crisis sin control
Los episodios de su hija se han vuelto cada vez más violentos. Verónica cuenta que ha sido agredida físicamente, mordida y amenazada de muerte. A veces, la joven rompe muebles, se sube al techo o abre las ventanas para escapar.
“Carabineros viene cuando llamo, pero solo la calman y se van. Al rato vuelve todo igual”, dice la mujer, agotada.
Educación interrumpida
Buscando una salida, Verónica intentó matricular a su hija en la escuela La Violeta, pero el intento también terminó mal. “Le pegó a una profesora embarazada. Después de eso, no me la quisieron recibir más. Me dijeron que iban a mandar un presupuesto para apoyo, pero hasta hoy nada”, recuerda.
“Solo quiero ayuda”
Con una mezcla de resignación y esperanza, Verónica pide a las autoridades una intervención real y sostenida. “Mi hija necesita atención especializada, un lugar donde la ayuden y la cuiden. Yo ya no puedo más. Solo quiero que alguien me escuche”, dice.
Mientras espera una respuesta institucional, esta madre del sector Nuevo Amanecer enfrenta, prácticamente sola, una lucha desigual contra la enfermedad, el abandono y la burocracia.


