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viernes, septiembre 13, 2024
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Población Magisterio de Linares: Recuerdos de una comunidad de profesores

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“Hoy, la Población Magisterio parece sumirse en un silencio paulatino; se va desvaneciendo como los contornos de una ciudad en la bruma, mientras nuevos rostros, nuevas voces, toman el lugar de aquellos que se fueron. Y yo, con nostalgia, quisiera congelar el tiempo, retenerlo en un perpetuo amanecer para seguir disfrutando de aquella comunidad que tanto me dio”.

Querida población Magisterio

En mis recuerdos de mi querida Población Magisterio, ese laberinto de memorias donde di mis primeros pasos, escribo estas líneas como Borges en su jardín de senderos que se bifurcan.

En aquel barrio de almas, en esa trama de pasajes y ecos de voces conocidas, viví los capítulos dorados  de mi infancia, mi niñez y mi juventud. Cada rincón estaba habitado por tíos, tías, vecinos de vocación noble, maestros de la vieja guardia, normalistas que impartían sabiduría con su sola presencia.

Nunca imaginé, en esos años de eterna primavera, que llegaría a esta estación otoñal de mi vida, ni que la partida de cada ser querido sería una estocada al corazón de mis días. ¿Qué daría yo por volver a esos atardeceres para entregar un beso, un abrazo, o simplemente la compañía silenciosa de mi gratitud? Conservar ese gesto final, ese recuerdo imperecedero.

Hoy, la Población Magisterio parece sumirse en un silencio paulatino; se va desvaneciendo como los contornos de una ciudad en la bruma, mientras nuevos rostros, nuevas voces, toman el lugar de aquellos que se fueron. Y yo, con nostalgia, quisiera congelar el tiempo, retenerlo en un perpetuo amanecer para seguir disfrutando de aquella comunidad que tanto me dio.

Sé que es un anhelo tan inalcanzable como detener la caída de las hojas en otoño o capturar el vuelo de una mariposa, pero permitidme soñar con ese día en que todos, libres del tiempo y de la ausencia, nos reencontremos. Envío un abrazo al cielo al tío Sebastián, a mi amigo Tabo, a Juanito y a todos aquellos que se adelantaron en el camino, dejando su huella impresa en la tierra que compartimos.

Y en ese día esperado, caminaremos de nuevo por los pasajes de la Población Magisterio, ahora transformados en corredores de la eternidad, llenos de los ecos de nuestra risa compartida y las imágenes vívidas de una alegría sin ocaso.

A quienes ya se fueron, pero en el tejido del tiempo quedan sus ecos. Su ausencia, un silencio que nos habla. Cariños a sus familias.

Fraternalmente a todos,

Eduardo Recabarren Domínguez, profesor e investigador linarense.

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